sábado, 25 de abril de 2009

Mi Pigmalión


Pese a que me gustaría que fueses de carne y hueso y poder darte un nombre, el nombre que yo quiero y al que amo, también me encanta que seas unas simples rayas. Tan simples pero perfectas... Aunque no eres más que unas líneas que dispongo a mi antojo y que guardo celosamente entre otros dibujos, para mis ojos significas mucho más que cualquier mujer verdadera.

No sé si es tu deseo, pero jamás te colgaré en ninguna pared. Solamente te quiero para mí. Quiero ser la única persona que veas de mi mundo y sentir que esta mirada, tan cálida pero a la vez tan fría, sólo quiere mirarme a mí.

Ojalá ambos fuéramos lápiz, pero conformaría con que fuéramos carne moribunda. Me quitaría de golpe otros cincuenta años de mi vida con tal que la más mínima ráfaga de viento pudiera moverte tus finos cabellos, o que tus ojos pestañearan ni que fuera tan sólo una vez.

Jamás ninguna mujer ha tenido tu espalda... Y qué demonios: también te diré que te dibujaría otra vez para que ese fatídico brazo me dejara ver lo que escondes tan celosamente. El problema es que, entonces, dejarías de ser tú.

Será mejor que vuelva a guardarte. Porque a medida que pasan los años y más viejo me hago, más tentación siento de ensuciarme poseyéndote, mientras te doy un nombre. No puedo permitírmelo. Mi locura sería completa.

No hay comentarios:

Publicar un comentario